Escribía sin parar ecuaciones interminables de problemas irresolubles en pizarras de aulas sin alumnos. Buscaba en infinitas series de números las claves secretas que le permitieran desactivar la conspiración mundial que creía haber descubierto.
Pero todo estaba solo en su mente. En una mente que fue maravillosa cuando en su segundo año en la Universidad de Princeton, con 21 años, dio a luz una breve pero brillante tesis doctoral en la que ampliaba y mejoraba los postulados de una teoría elaborada por Von Neumann y Morgenstein, la «Teoría de juegos». Después, su luz se apagó.
El tema de su tesis doctoral de 1950, marcó el camino del Nobel en Economía. |
John Nash, galardonado con el premio Nobel de Economía de 1994, no ha llevado la típica vida de sabio. Cuando era uno de los más prometedores matemáticos, a finales de los años cincuenta, la esquizofrenia hizo presa en él, y sólo hace 10 años los síntomas empezaron a remitir. Su esposa Alicia, familiares y amigos tejieron a su alrededor una red de apoyo que le evitó correr la suerte de tantos pacientes: verse postrado en una cama de hospital, convertirse en un vagabundo, desplomarse en el suicidio. Su teoría de los juegos ha hecho historia. El premio fue un milagro. No era sólo que Nash, uno de los genios matemáticos de la época de posguerra, obtuviera por fin el reconocimiento que se merecía. El verdadero milagro era que Nash, de 66 años -alto, de pelo gris, con ojos tristes y la voz suave y áspera de alguien que no habla mucho-, estuviera vivo y lo bastante bien como para recibir el premio. Y es que John Nash se vio afectado por una esquizofrenia paranoica más de tres décadas antes.
La terrible enfermedad de Nash era un secreto a voces entre los matemáticos y economistas. Tan pronto como la revista Fortune lo eligió, en julio de 1958, como la brillante y joven estrella estadounidense de las "nuevas matemáticas", la enfermedad destrozó la vida personal y profesional de Nash.
No había publicado ningún documento científico desde 1958. No había ocupado ningún puesto académico desde 1959. Mucha gente había oído, y no era cierto, que le habían practicado una lobotomía. Otros simplemente daban por supuesto que había muerto.
Lucha contra la esquizofrenia paranoica.
No murió, pero su vida, antes tan llena de viveza y esperanza, se volvió un infierno. Hubo repetidos internamientos en hospitales psiquiátricos. Tratamientos fallidos. Delirios espantosos. Un periodo de vagabundeo por Europa. Finalmente, regresó a Princeton, donde una vez fuera la estrella en ascenso. Allí, se convirtió en el Fantasma de Fine Hall, una figura muda que garabateaba extrañas ecuaciones en pizarras de la Facultad de Matemáticas y buscaba ansiosamente mensajes secretos en los números.
Años más tarde, los terribles fuegos que alimentaban los delirios y distorsionaban su pensamiento empezaron a desaparecer. Ocurrió de forma muy gradual. Pero, ya en la cincuentena, Nash empezó a salir de su aislamiento. Volvió a hablar con otros matemáticos. Empezó a trabajar en problemas que tenían sentido.
En el caso de Nash, la tragedia tiene la dimensión añadida de su temprano genio, y de la red de familiares y amigos que valoraban ese genio y que envolvieron protectoramente a Nash proporcionándole un refugio seguro mientras estuvo enfermo. Estaban los antiguos colegas que intentaron hacerle trabajar. Estaba su hermana, que tuvo que tomar decisiones desgarradoras acerca de su tratamiento. La esposa leal, que permaneció a su lado cuando ya no era su esposa. El economista que alegó ante el comité del Nobel que una enfermedad mental no debía ser un impedimento para el premio. La propia (Universidad de) Princeton. Todos ellos, se aseguraron de que Nash no acabara siendo, como les ocurre a muchas víctimas de la esquizofrenia, un paciente de algún hospital estatal, un vagabundo sin casa o un suicida.
Nash nunca ha hablado de su enfermedad públicamente, excepto en la conferencia de prensa en la que anunció su premio, durante la cual se refirió indirectamente al hecho de que había tomado algunas decisiones irracionales en el pasado. Se negó a ser entrevistado para este reportaje: "La gente sabe lo que sabe" dijo.
Nash realizó la tesis premiada con el Nobel en su segundo año en Princeton. La teoría de juegos fue una invención de Von Neumann y de un economista de Princeton llamado Oskar Morgenstern. Nash escogió para su tesis un problema que se le había escapado a Von Neumann. En pocas palabras, Von Neumann no tenía más que una buena teoría de las rivalidades puras en las que la ganancia de un bando era la pérdida del otro. Nash se centró en las rivalidades en que también era posible la ganancia mutua.
Nash convirtió la teoría de juegos, una idea engañosa, en un poderoso instrumento que los economistas podrían usar para analizar todo, desde la comipetencia financiera hasta las negociaciones.
En los meses precedentes a su hospitalización, Nash se convirtió en otra persona. Saltaba, de un tema a otro. Algunas de sus clases ya no tenían sentido. En un momento dado, huyó a Roanoke abandonando sus clases. Escribió extrañas cartas a varios personajes públicos.
Fue internado durante meses en el prestigioso hospital McLean, pero la enfermedad no se detuvo. "La esquizofrenia es una enfermedad cerebral", dice Fuller Torrey, especialista. Pero los neurolépticos, medicamentos que se utilizaron para tratar algunos -aunque ni mucho menos todos- de los síntomas en las décadas siguientes, acababan de aparecer en escena. Las causas de la enfermedad siguen siendo desconocidas.
Su vida inspiró el best seller "Una mente maravillosa", escrito por la perioista Sylvia Nasar. |
Alicia de Nash
En 1963, Alicia, su mujer, se divorció de él, pero dejó que siguiera viviendo en su casa. Nash fue hospitalizado al menos en otras tres ocasiones. Alicia, que no volvió a casarse, mantuvo a su ex marido y a su hijo trabajando como programadora de ordenadores, con alguna ayuda financiera de familiares, amigos y colegas. "Era una vida de escasez", dice una amiga. Nash se convirtió en un ser triste y fantasmal. Alicia creía firmemente que Nash debía vivir en su casa y permanecer dentro de la comunidad matemática de Princeton aunque no rigiera bien.
Algunos antiguos colegas de Princeton y el MIT intentaron ayudar ofreciéndole trabajos en proyectos de investigación, aunque con mucha frecuencia Nash no estaba en condiciones de aceptar la ayuda. Shapley, de UCLA, le consiguió un premio de matemáticas en metálico. Hubo otras iniciativas, como dar a Nash acceso a los ordenadores de la universidad o acordarse de invitarle a los seminarios cuando viejos amigos volvían al campus.
Entonces sucedió lo que Kuhn llama "una remisión milagrosa". Y como sucede por causas desconocidas en algunos esquizofrénicos, no se debió, según Alicia y su amiga Martha, a ninguna droga ni tratamiento. "Todo es cuestión de llevar una vida tranquila", dice Alicia.
La historia de Nash es una prueba no sólo de supervivencia, sino de la lealtad y la admiración que inspiraba en los demás.
Principales reconocimientos (premios)
En 1994 recibió el premio Nobel de Economía y su vida fue plasmada primero en un libro por la periodista Sylvia Nasar y después en una fantástica película -«Una mente maravillosa»- dirigida por Ron Howard y protagonizada por Russell Crowe.
Ha recibido el título honorario de Doctor en Ciencia y Tecnología de la Universidad Carnegie Mellon (1999), -ver la imagen inicial de este post.
El pasado marzo fue galardonado con el [*] Premio Abel 2015, junto a Louis Nirenberg, por sus contribuciones al campo de las ecuaciones diferenciales parciales y sus aplicaciones a análisis geométrico.
La noche del 23 de mayo del 2015, a la edad de 86 años, moría en un accidente de tráfico en Nueva Jersey cuando el taxi en el que viajaba se estrellaba contra el guardarraíl. Su esposa Alicia, que viajaba con él, una vez más se negó a abandonarle. Los dos fallecieron, al salir despedidos del vehículo. Esa noche, los Nash regresaban de un viaje a Noruega, donde John había recibido el Premio Abel de la Academia noruega de Ciencias y Letras.
John Nash (86 años). Foto tomada durante una recepción especial en honor a Nash luego de ganar el Premio Abel 2015. A la derecha, Yakov Sinaí, profesor de matemáticas de Princeton (Abel 2014). |
[*] El Premio Abel
El Premio Abel es un reconocimiento internacional a toda una carrera científica en el campo de las matemáticas, otorgado por la Academia de Ciencias y Letras, en base a las recomendaciones Del Comité Abel. Desde 2003 el premio se concede anualmente, y está dotado con unos 800.000 euros.
Fuentes relacionadas en este Blog
Muy buen articulo..saludos desde México
ResponderEliminarExcelente...
ResponderEliminarAnécdotas que cambian la vida de una persona junto al amor
ResponderEliminarEra un genio!
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